domingo, 14 de julio de 2013

Personajes: Perfil del gran músico ayacuchano Raúl García Zárate


  

Sus días ya no son los mismos. No por lo menos desde hace más de un mes cuando sufrió una caída y se fracturó el brazo izquierdo. Producto de ese infortunio, ahora solo acaricia su guitarra con la mano derecha y la mira con nostalgia como prometiéndole que muy pronto volverá a tocarla. Es como un niño que no puede jugar con su juguete preferido. Pero para él, la guitarra es más que un trebejo. Ha sido su inseparable compañera desde los 10 años cuando su padre le regaló una y fiel testigo del inicio de su romance con la música. 

Si el maestro Óscar Avilés es uno de los máximos exponentes de la música criolla, don Raúl García Zárate es el más preclaro representante de la música andina. Con 68 años de trayectoria artística, este ayacuchano, hijo de don Dionisio García Medina y doña Silvia Zárate Palomino, hizo suyo el compromiso de difundir la riqueza melódica y rítmica de la música andina, pues siempre ha tenido la certeza de que “es la música más representativa de nuestro país, por lo que es importante que todos los peruanos apreciemos ese magnífico legado cultural”.

Ayacucho, 1940. Don Raúl había crecido en una época en la que ser guitarrista no era un oficio bien visto pues se le relacionaba con la bohemia y la ociosidad. Su padre, severo en ese aspecto, le había advertido que se mantuviera alejado de esas cosas. Pero él, a hurtadillas, escondido en la trastienda de su tío, le escuchaba tocar junto a unos amigos los hermosos huaynos ayacuchanos. Al menor descuido, cogía la guitarra de su tío, y sin que nadie le enseñase las notas musicales, comenzaba a tocar lo que había escuchado. Hasta que un día su tío lo sorprendió y se lo contó a su padre.

Allí estaba el niño Raúl, parado frente a su padre elucubrando en su mente alguna excusa para justificar lo que había hecho. Pero don Dionisio lejos de mostrarse intransigente, le dio su propia guitarra y le pidió que tocase. Queriendo impresionarlo, Raúl tocó primero un tango, pero fue después de tocar un huayno que su padre se quedó sin argumentos para continuar con la prohibición de “cuidadito con querer ser guitarrista”. Es más, le aconsejó que se inclinara más por la música ayacuchana porque “la había escuchado desde niño y le sería más fácil adaptarla a su repertorio”. Palabras que sin duda lo marcaron y que hasta el día de hoy las agradece.

A partir de ese momento, Raúl contó con la complicidad de su familia para seguir su formación como músico. Cuatro años más tarde, ya estaba dando su primer concierto en el Colegio Salesiano San Juan Bosco, gracias que el profesor Ildauro Amarín lo invitara a matricularse y hasta se ofreció a ser su apoderado después de haberlo escuchado casualmente tocar la guitarra y, como muchos, haberse quedado sorprendido por el talento y la sensibilidad de aquel adolescente.

TRIUNFO EN EUROPA
En 1978, un encuentro marcó un antes y un después en la carrera artística de don Raúl. Por aquel tiempo, estaba por Lima un conocido promotor de festivales y concursos de guitarra en Francia, el señor Robert Vidal. Había venido con la intención de realizar una conferencia sobre la Historia de la Guitarra en Latinoamérica. Pero no estaba solo, lo acompañaba Roberto Aussel, guitarrista que acababa de ganar un concurso internacional en París. Ambos le fueron presentados a don Raúl y lo invitaron a un festival en la Ciudad  Luz.

Sin pensarlo dos veces, don Raúl aceptó viajar a Europa y dio una clase magistral en el que desbordó todo su talento. Esto fue lo que escribió Bruno Montanaro en Le Courrier Picard sobre la participación del guitarrista peruano en París: "El talento de Raúl García está al servicio de la autenticidad; y sus recitales lo sitúan en la línea de aquellos guitarristas y folkloristas latinoamericanos que realmente estudian su folklore, lo traducen y lo subliman”.

Por su parte, Robert Vidal, en Radio France, relata así la primera vez que oyó tocar a don Raúl. “Por los caminos andinos, en las cuestas del Perú, oí por primera vez los ecos nostálgicos de un corazón puro...Cuando mi ensueño se hubo esfumado, me encontré en compañía de un gran artista por su talento y la autenticidad de su música. Por primera vez me encontraba en presencia de un hombre penetrado de profunda humildad por su arte. Tocaba con el ademán minucioso y tierno del artesano que ama la obra de fino acabado... y los poemas sonoros se instalaron en nuestros corazones como la tibieza de los rayos del sol. A partir de ese día, ese artista y su música se convirtieron en mis amigos. ¡Cómo olvidarlo! Él se llama Raúl García Zárate”.

ADIÓS AL ABOGADO
Como no podía ser de otra manera, sin vacilar ni un instante, el promotor ofreció a don Raúl ser un asiduo concurrente a ese festival. Eso lo puso en una encrucijada, pues hasta aquel entonces seguía ejerciendo paralelamente su profesión de abogado. Pero tenía que tomar una decisión y la tomó: se decidió por la música. Adiós constitución y códigos civiles. Era hora de la internacionalización. 

A partir de ese momento, la carrera de don Raúl dio un salto gigantesco. Paseó su arte por innumerables países del orbe y escenarios tan prestigiosos como el Palacio de la Guitarra en Japón, así como en numerosos festivales y conciertos realizados en América, Europa y Asia. Además, ha producido más de cincuenta discos, como solista de guitarra o integrando diversas agrupaciones y desde 1996 ha realizado grabaciones discográficas en el Perú y otras partes del mundo. 

Pese a su edad, este 12 de diciembre cumplirá 81 años, don Raúl recuerda con mucha claridad varios pasajes de su vida. Y claro, tiene también un repertorio de sabrosas anécdotas que las cuenta a quien tenga al frente. En cierta ocasión, cuando era todavía un niño, estaba en el escenario de un teatro listo para dar un recital cuando de pronto el público se empezó a reír, pues era tan pequeño que sus piecitos estaban colgando ya que no lograban tocar el piso. El maestro de ceremonias tuvo que traerle un banquito para darle más comodidad. Pero entonces, el público volvió a partirse de la risa, y es que cuando Raúl sacó la guitarra, esta era más grande que él y lo tapaba todito. Sin embargo él, coqueto y vivaracho, continuó con la función.

Si hay gente a la que se le puede describir con una frase, hay personas a las que basta una sola palabra para retratarlas de cuerpo entero. En el caso de don Raúl esa palabra sería respeto. Fue una virtud que cultivó desde muy niño y que no la dejó de lado en su carrera artística. En primer lugar, respeto a la voluntad de su padre, quien, poco antes de morir, reunió a todos sus hijos y les exhortó a que siguiesen una carrera porque “solo así podrían salir adelante”. Raúl siguió ese consejo y se trasladó a Lima para estudiar Derecho en la Universidad de San Marcos, profesión que ejerció durante 25 años antes de dedicarse enteramente a la música. 

EL VIRTUOSO
Pero, por sobre todas las cosas, lo que para muchos es su mayor legado musical, don Raúl siempre guardó profundo respeto por la esencia de la música andina a la que nunca “alteró, ni tergiversó pensando en un beneficio económico”. El mismísimo José María Arguedas, en el diario El Comercio, escribió estas palabras elogiando la profesionalidad del músico ayacuchano.

“Raúl García Zárate es un virtuoso en quien el virtuosismo no ha perturbado la pureza de la vivencia de la música folklórica. No es el caso de instrumentistas andinos, culturalmente desarraigados, que se han convertido en sirvientes del virtuosismo por débil calidad artística y humana. García ha perfeccionado su dominio instrumental para mejor interpretar la música que él aprendió desde la infancia, con la cual aprendió a amar, a ahondar el amor y el regocijo y a contagiarlo a los demás, como todo artista cabal”.

Artista cabal. Esa es una definición que calza muy bien para resumir la carrera artística de don Raúl y por la que ha recibido un sinfín reconocimientos. El más importante sin duda es el haber sido declarado como Patrimonio Cultural Vivo del Perú. Asimismo, ha sido condecorado con la Orden del Sol en el Grado de Gran Cruz, la Orden del Servicio Civil del Estado en el Grado de Comendador, las Palmas Magisteriales en el Grado de Amauta, las Palmas Artísticas en el Grado de Maestro y la Medalla de Honor en el Grado de Oficial otorgado por el Congreso de la República, entre otros tantos. Además, en el 2008 fue reconocido entre los 100 personajes latinoamericanos que más han influido en la cultura latinoamericana, promovida por la organización promotora de la Capital Americana de la Cultura y Antena 3 Internacional. 

Hoy, ante el obligado descanso, que dicho sea de paso le ha impedido por primera vez estar presente en el aniversario por el Día de la Canción Ayacuchana, pasa sus días alternando la lectura de la Biblia con la resolución de crucigramas, siempre con la música que trasmite Radio Filarmonía como fondo. “El resto de emisoras tienen demasiadas propagandas”, se queja. 

Viudo desde el 2004 (su esposa Antonieta Morales falleció el 18 de mayo) -viudo, no beodo, aclara con picardía-, don Raúl encontró en la música su mejor refugio. Por lo general, toca por las mañanas para “renovarse”, y tal vez esa sea la razón, ahora que no podrá hacerlo por lo menos un mes y medio más, por la que se siente intranquilo y hasta aburrido. Por eso, se contenta cuando alguien tiene interés en escucharlo, pero eso sí, se detiene cada vez que le apartan la mirada. Y es que es difícil no distraerse con la cantidad de cuadros y medallas que cuelgan en las paredes de su pequeño estudio, amén de las artesanías que le han dedicado. 

Pero nada de eso genera más satisfacción en don Raúl que el hecho de haber cumplido una promesa que él se hizo desde muy pequeño, allá en su natal Ayacucho: dar a conocer la música de su pueblo en aquella Lima Criolla, que desdeñaba lo andino. Lo consiguió hasta el punto de que muchos guitarristas costeños –de los cuales muchos fueron sus alumnos- incorporaron en sus repertorios la música andina en sus conciertos en el exterior. 

Por eso, a nadie como a don Raúl la música andina le debe el reconocimiento y la aceptación de la que hoy goza. Por eso, este hombre de baja estatura y lentes gruesos, fundador de la Asociación Peruana de Guitarra y desde el 2007 su Presidente Honorario, dueño de una envidiable sensibilidad, de una técnica espectacular y de una extraordinaria habilidad interpretativa, puede sentirse tranquilo porque su virtuosismo trascenderá las épocas. Porque cuando se hable de la música andina su nombre será de obligatoria mención, porque será recordado como un hombre que cuando tocaba la guitarra “desde sus cuerdas salían corriendo las emociones”. 
     

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